sábado, 11 de julio de 2009

Sangre, sudor y lágrimas

Mirando lo que pasa alrededor de uno, por comparación se revelan las miserias que arrastran la vida.
Hace 6 años estoy en una carrera que ni siquiera me permite seguir estudiando en el exterior. Voy a la Universidad para no ser universitaria. Una vocación que elegí en contra de todas las restricciones de poder, porque si señores, si hay una cosa muy difícil, es estudiar una carrera de la FADU sin apoyo de la familia.
El sufrimiento eterno. E insisto, eterno. Cada vez más largo, más cerca y por eso mas inalcanzable. Un lapso tan largo de tiempo que me quitó el amor por la vocación. ¿O será la gente? ¿Será la facultad?
Ya es tarde. Desperdicié mi tiempo, elegí no vivir. Hice malas elecciones, pero no dejo de estar orgullosa de mi vocación. Una de las profesiones más subestimadas en este país, por la cual se atraviesan calvarios de sangre y sudor durante años.
Pero se podría hablar de la riqueza de estudiar en la FADU, hogar de glorias y eminencias del diseño argentino. Pero no. Porque en una facultad tan prestigiosa, los diseñadores que se dedican al indumento o a los tejidos son los hijos bobos, la frivolidad, “los de los trapos”, a los que no hay que abrirles las puertas para nada, porque no hay que desperdiciar riqueza académica en ellos.
Y después de seguir luchando contra todos los factores de la facultad y del mundo exterior, uno siente, con tantos años de bagaje, que tiró su tiempo. Que la única forma de sobrevivir en este país es flanquear ante el sistema y convertirse en un mero engranaje. ¿Para qué estudiar en la universidad entonces? ¿Para qué arriesgarse a perder el amor a la vocación?
No somos arquitectos. Entonces no pensemos como ellos. No dejemos que nos ganen en este sistema de autoridad que terminan haciendo que nos autodespreciemos, desde docentes, alumnos y mercado. Que esto que me pasó a mi no le pase a otras personas que podrían aportar tanta riqueza a todo. Dejen de quitarle el amor al diseño.